Las mulas paracaidistas

De disparatados planes están las guerras llenas, y si no, os recordamos el proyecto del portaaviones de hielo que Churchill quiso llevar a cabo. Hoy os traemos otra historia que viene a demostrar esto y que nos demuestra de lo que la imaginación es capaz en situaciones desesperadas.
Contextualicemos un poco: corría el año 1943, Estados Unidos ya se había sumado a la guerra contra las potencias del Eje, sin embargo, enfrentaba un gran problema: la invasión de Europa. La entrada en el viejo continente era una tarea realmente difícil para los aliados debido a las buenas posiciones que había adoptado Alemania, y a la situación de países aliados del Eje y neutrales. Pronto se definió la entrada desde el sur de Italia como la estrategia más viable, pero para ello era necesario hacerse fuerte en la isla de Sicilia.
Sicilia sería la antesala de invasión de la península italiana, sin embargo, planteaba algunos problemas. En primer lugar requería el lanzamiento de paracaidistas que evitasen las fuertes defensas costeras para poder debilitar desde el interior y crear las condiciones para un desembarco, pero la difícil orografía de la isla planteaba el mayor problema: el transporte de los efectivos por tierra para poder explorar el terreno y agilizar las maniobras... De pronto alguien dio con la idea: junto a los soldados, lanzar mulas en paracaídas que pudieran emplear posteriormente en sus movimientos por la isla.
El plan planteaba muchas dudas desde su mismo planteamiento, pero, como hemos dicho, en situaciones de desesperación... el caso es que el mayor Mark Alexander, pese a sus reticencias, accedió a hacer una prueba, pero por si acaso no salía bien, primero lo probarían en Marruecos, zona controlada por el ejército estadounidense.

Hasta allí se trasladaron los elementos para la prueba, se confeccionaron paracaídas de tamaño y estructura capaz de sostener a las mulas y se prepararon los aviones. El primer problema fue montar a las mulas en los aviones, obviamente se resistían, por lo que se optó por tapar los ojos a los animales. Esto no los tranquilizó demasiado, pues ya dentro del avión, con tanto ruido, y conforme este alcanzaba cada vez mayor altura, las mulas comenzaban a moverse violentamente, lo que hacía al aparato perder estabilidad. Finalmente, alcanzaron la altura adecuada para el lanzamiento, se precipitó a los animales. Cómo se abría el paracaídas en el momento adecuado es para nosotros un enigma, pero el caso es que se accionaron correctamente y los animales aterrizaron. Sin embargo, cuando los soldados acudieron a comprobar los resultados en tierra, se dieron cuenta de que la prueba había sido un completo desastre: la mayor parte de los animales se había fracturado las patas, lo que obligó a que muchos de ellos fueran sacrificados.
El proyecto era inviable, así que se abandonó la idea de lanzar animales y se recurrió al plan original de lanzar personas y atacar desde el mar. Cuando los paracaidistas tomaron tierra en Sicilia, se dieron cuenta rápidamente de que, si un animal abundaba en la isla, este era sin duda la mula.



Esta entrada forma parte del especial Segunda Guerra Mundial. Más información aquí.

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