Toda una odisea para escalar el Everest

Emprender la ascensión al Everest es una empresa difícil que, además, se convierte en imprudente en el mismo momento en que se pretende realizar en solitario y sin experiencia alguna en el mundo de la escalada. Tal es el caso del británico Maurice Wilson, que decidió emprender el último y más estrambótico viaje de su vida para escalar la montaña más alta del mundo.
Wilson era un idealista aficionado al misticismo que un buen día decidió realizar una gran obra que mostrase a la Humanidad que todos los males se pueden superar con ayuno y fe en Dios. La obra elegida era la ascensión a la cima del mundo, sin embargo, el acceso a la montaña le estaba vedado sin un permiso en condiciones del cual carecía. Así que su plan era muy sencillo: sobrevolar Tíbet en aeroplano y fingir un aterrizaje forzoso al pie del Everest para, desde allí, emprender la conquista. Pero su plan tenía dos grandes lagunas que no parecían suponer ningún tipo de problema a tan optimista personaje: no sabía escalar ni tampoco pilotar.
Maurice Wilson junto a su aeroplano
En pocas semanas Wilson aprendió algunas nociones básicas sobre aviación y se compró un aeroplano con alas de tela que bautizó como Ever Wrest, y todo mientras entrenaba caminando y “escalando” por pequeños collados de Lake District.
Al fin, en 1933 despegó hacia el Everest sobrevolando Egipto, Irán, India… En Purtabpore (India) debió abandonar el ataque por aire, pues el gobierno de Nepal no le concedió permiso para sobrevolar el país, por lo que vendió el aeroplano y decidió continuar su viaje por tierra. Al llegar a Darjeeling, aún en India, le fue denegado el permiso para entrar en Tíbet. Pero esto tampoco le desanimó: se disfrazó de monje budista y contrató a tres sherpas junto a los cuales consiguió cruzar la frontera burlando a la guardia inglesa (India aún era colonia británica). 
Tras cruzar a pie unos 500kms (casi nada) por los bosques de Sikkim y la meseta tibetana, el día 14 de abril de 1934 lograba llegar al pie del Everest. Cuando emprendió la escalada, su inexperiencia y, sobre todo, su desconocimiento del terreno (pues los sherpas habían quedado atrás), le jugaron malas pasadas, pues se perdió en muchas ocasiones y otras tantas debió retroceder varios días de lo escalado. Durante la escalada, saqueó las provisiones de una expedición que las había dejado allí tiempo atrás. El 28 de mayo, tras toparse con una nueva pared de hielo vertical que le hizo retroceder hasta el lugar del saqueo, escribió en su diario acerca de sus planes para el día siguiente: “Este será el último esfuerzo, presiento que saldrá bien”; y a la mañana siguiente volvió a emprender un nuevo ataque.
Su cadáver fue encontrado congelado al pie de una de esas paredes un año después. O la fe en Dios o el ayuno debieron fallar en algún momento...


  • KRAKAUER, J. (2008): Mal de altura, ed. Desnivel
  • HANSON, R. (2008): Maurice Wilson, a Yorkshireman on Everest, ed. Hayloft
  • ROBERTS, D. (1957): I’ll climb Mount Everest alone: the story of Maurice Wilson.



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