El lugar donde no entendían a los españoles

A la llegada de los primeros conquistadores españoles al Nuevo Mundo, se encontraron con un continente entero lleno de habitantes de las más variadas culturas, con un abanico de costumbres y lenguas nunca antes vistas ni escuchadas por ellos. Uno de los primeros sitios donde tocaron tierra firme sus barcos fue la península de Yucatán, en el actual México, donde en 1517 arribó la expedición de Francisco Hernández de Córdoba.
Según el cronista Bernal Díaz del Castillo, los exploradores fueron recibidos por indígenas mayas que, al ser preguntados por el nombre del lugar (aunque probablemente al ser preguntados por cualquier cosa), respondían “cones cotoch”, que significa “entrad a mi casa”. Hasta ese momento los exploradores habían puesto a cada nuevo lugar descubierto, un nombre en castellano (Isabel, La Española, San Salvador), pero por alguna razón que aún desconocemos, decidieron utilizar esas palabras para nombrar a la punta de tierra más septentrional de México, llamándola “Punta Cotoch” (actual Cabo Catoche, Yucatán).
Comienza aquí una de las primeras y más bellas evidencias del mestizaje americano: los nombres de los lugares. Es cierto que hubo muchas ciudades y poblaciones en el nuevo mundo que simplemente fueron renombradas por los colonizadores para hacer homenaje a sus poblaciones de origen, como Granada, Valladolid, Guadalajara, Zamora, etc., o quizá simplemente se negaron a intentar continuar con los impronunciables (para ellos, claro) nombres indígenas. Sin embargo, hubo ocasiones en los que claramente hicieron el más sincero intento de continuar con el nombre anterior, pero no pudieron evitar pasarlo por el filtro de las inexpertas lenguas españolas, como Cuernavaca (Cuauhnahuac), Orizaba (Ahualizapan) o la misma palabra Méjico (Mēx(tli?)ihco ).
De entre todos esos casos, uno de los más divertidos es el de la palabra Yucatán, que tradicionalmente se atribuye al vocablo mayaci u ka’ t’aan que significaría “no entiendo tu hablar”, y que probablemente era lo único que decían los indígenas mayas a los exploradores cada vez que ellos preguntaban sobre cualquier cosa. Probablemente, después de muchos intentos de sacar a los anfitriones otra cosa, los españoles decidieron que ese lugar tenía que llamarse Yucatán. Hay muchos académicos que han sostenido esta historia, buscando coincidencias entre los antiguos vocablos mayas para mantener viva esta teoría, sin embargo, y como seguramente ya lo esperaban, hay suficientes indicios para pensar que la misma es una invención construida a lo largo de la época colonial en México.
Reconstrucción hipotética de lo sucedido, elaborada por el autor de este artículo.
Al parecer, el término “Yucatán” fue utilizado por primera vez por Bartolomé Colón, hermano menor del mismísimo descubridor de América, más de diez años antes de la expedición de Hernández de Córdoba. Resulta que Bartolomé acompañó a Cristóbal durante su último viaje americano, en el que navegaron por las costas de Centroamérica durante varios meses.  En algún momento de ese viaje los exploradores hicieron contacto con distintas embarcaciones mayas, que se referían a la tierra firme detrás de ellos como “donde se habla maya” o “todos los que hablan maya”, que en maya se escucharía como “yuk’ al t’aan mayab” o “tulákal-t’aan mayab”; Bartolomé utilizó su buen entender y lo tradujo por escrito como “Yucathan maian”, nombre que después se utilizaría para referirse a la península de Yucatán; finalmente, la cultura maya se extendía desde el actual este de México hasta el sur de Honduras. Esta información fue confirmada por la expedición de Juan de Grijalva, cuyo traductor, un indio llamado "Julián", se refirió al territorio maya de la misma manera.
Sea como fuere, lo que es seguro es que los españoles que visitaron América durante los primeros años de la exploración no entendían muchas de las cosas que les decían los habitantes de esas nuevas tierras, y aunque es justo reconocer los grandes esfuerzos que hicieron por aprender y entender esas lenguas, los malentendidos lingüísticos fueron numerosos y en algunas ocasiones muy graves, como el que narraré en el próximo artículo, en el que los implicados fueron el último de los gobernadores incas, un fraile agustino y un desafortunado y absurdo enredo.
  • PECK, Douglas. (2005). Yucatan. From prehistoric times to the great maya revolt of 1546. Estados Unidos. Xlibris Corporation.
  • DUCH, Juan y ZABALA, Silvio, et. al. (1998) Yucatán en el Tiempo. Vol. II. México. Inversiones Cares.


En colaboración con Ad Absurdum:

Alfonso Hernández Roldán, Licenciado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y máster en Europa y el Mundo Atlántico por la Universidad de Valladolid (UVa).

"Soy un guiri de la vida. Vine a ver y cuando acabe, pagaré el precio y me iré como si nada", declaró al equipo de Ad Absurdum.

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